Los vicios que se han marchado.
Rayos de
tenue luz se asoman por mi ventana, vaticinio terrible, de andar con la
existencia pesada.
Esta resaca,
profana la ilusión de los senderos trazados, inmóvil permanezco, sobre el
recuerdo de tu cabeza en mi almohada.
Los vicios
que se marchan, lento es su transcurrir, como el suave caer de las hojas en
otoño, que desnudan la copa de los árboles.
La eternidad
resalta su sabor a desgracia, cuando mi vicio por tu boca, se empapa de
desdicha. Desconsuelo sutil escondido en los rincones.
Emanan los
olores, memoria enérgica, perfume de tu cuerpo, vicio que se entierra en el
llanto nocturno de mis palmas abandonadas.
Me aferro a
tus sonrisas, que aún habitan en mis ojos, fatigado persigo aquel vicio tan
enorme y, ahora, tan distante.
Trémulo
enarbolo los lirios de tu vientre, sollozo desesperado, cuándo arriba el
crepúsculo, me encadena a los sueños mortales.
Ávido de
regresar a los vicios que se han marchado, los colores se esfuman en la niebla
del horizonte ¿Ahí estarás tú?
Hay soles y
hay lunas que sonríen desde mi claraboya y arropo mis pensamientos de su
molesto penetrar, los vicios que se han marchado siguen sin dejarme respirar.
Mis fuerzas
se han marchado, así como los vicios que me permitían continuar, será mucho
pedir, embriagarme una vez más de ti.
Déjame
mañana con la resaca habitual, que yo sabré si me levanto o no, pues un vicio
cualquiera, se supera, pero el vicio de tus labios no.
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