jueves, 11 de agosto de 2016

Los vicios que se han marchado.

Los vicios que se han marchado.

Rayos de tenue luz se asoman por mi ventana, vaticinio terrible, de andar con la existencia pesada.

Esta resaca, profana la ilusión de los senderos trazados, inmóvil permanezco, sobre el recuerdo de tu cabeza en mi almohada.

Los vicios que se marchan, lento es su transcurrir, como el suave caer de las hojas en otoño, que desnudan la copa de los árboles.

La eternidad resalta su sabor a desgracia, cuando mi vicio por tu boca, se empapa de desdicha. Desconsuelo sutil escondido en los rincones.

Emanan los olores, memoria enérgica, perfume de tu cuerpo, vicio que se entierra en el llanto nocturno de mis palmas abandonadas.

Me aferro a tus sonrisas, que aún habitan en mis ojos, fatigado persigo aquel vicio tan enorme y, ahora, tan distante.

Trémulo enarbolo los lirios de tu vientre, sollozo desesperado, cuándo arriba el crepúsculo, me encadena a los sueños mortales.

Ávido de regresar a los vicios que se han marchado, los colores se esfuman en la niebla del horizonte ¿Ahí estarás tú?

Hay soles y hay lunas que sonríen desde mi claraboya y arropo mis pensamientos de su molesto penetrar, los vicios que se han marchado siguen sin dejarme respirar.

Mis fuerzas se han marchado, así como los vicios que me permitían continuar, será mucho pedir, embriagarme una vez más de ti.


Déjame mañana con la resaca habitual, que yo sabré si me levanto o no, pues un vicio cualquiera, se supera, pero el vicio de tus labios no. 

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