Suspiros.
En los placeres y en las tristezas,
dejamos escapar a los suspiros.
Corren, vuelan, se desvanecen
y aparecen desgarrando el corazón.
Desgarrando, para hundir o desgarrando
para volver a empezar, así, los suspiros van.
Y es que el suspiro es un ser,
con pedazos de nuestra alma,
con resquicios de nuestro pasado,
fragmentos de nuestro presente y anhelos
de nuestro futuro.
El suspiro tiene cuerpo y aroma,
el aroma de tu cuerpo va en mis suspiros.
Sin tregua y con lágrimas oxidadas,
feroces los suspiros,
emergen del recuerdo de tu figura.
Ansiosos de asirse a una atmósfera vacía,
murmurando tu voz,
los
suspiros corren al infinito.
Entonces, se tiñen de tu presencia lejana,
se embarcan valientemente,
sin
rumbo;
el suspiro navega sin presagios.
De la nada y del todo,
temblorosos entre la incertidumbre,
los suspiros se escapan,
a veces del placer de tu esencia,
a veces de la tristeza de tu ausencia.